UN DESPACHO, UNA MESA
Nos encontramos en el interior de una de las plantas bajas comerciales, que existen en la calle Alfonso XII de Barcelona. El proyecto se sitúa, en los 60m2, que ocupa el espacio principal de una antigua tienda de ropa. La superficie encontrada, con un único frente iluminado a Este, ensombrecido por la altura de la fachada trasera de la Clínica del Pilar, se propone convertir en despacho de arquitectura.
La intervención empieza engullendo un pequeño porche situado en el exterior, custodiado por dos entradas opacas. El gesto, recupera metros edificables. Introduce el máximo de luz y aire posible. Genera un nuevo espacio de almacenamiento. Crea un umbral, que introduce al visitante entre el interior y el exterior de la calle.
Acto seguido, se eliminan revestimientos sobrantes. Se retira el viejo mobiliario. Se arrancan placas de fibra de cemento, conservando sus útiles montantes verticales y horizontales. Se repican algunos yesos humedecidos, liberando las paredes de capilaridades. Se elimina la iluminación incandescente, evitando sobrecalentamientos. Descubre un bello palimpsesto, compuesto de montantes galvanizados, vigas de madera sobre muros de mampostería y anotaciones en diversas capas de pinturas, que exaltan las temporalidades del espacio.
Finalmente, se reactiva la envolvente conservada haciéndola de nuevo productiva. Así, unas cortinas hacen vibrar los límites espaciales, que existen hacia otros espacios, que ajenos a nuestra actividad, aun hoy conviven con el despacho dedicándose al almacenamiento. Un color caqui, heredado de la antigua tienda de ropa, invade el despacho, jerarquizando futuros abordajes de alguno de estos programas. Un baño de color blanco, a toda la envolvente existente, se enfoca en poner de nuevo en acción, el nuevo escenario. Posibilita repensar las estructuras encontradas, bajo las placas de fibra. Como eficaces soportes de la nueva iluminación de bajo consumo; como útiles pasos de instalaciones; como polisémicos expositores de trabajos latentes. Rejuvenece un baño ubicado en la parte más oscura de local, del cual se deciden conservar sus sanitarios. Museiza las capas encontradas poniendo orden, medida y ritmo al espacio. Prepara, en definitiva, el escenario donde al final, se decide posar una gran mesa.
UNA MESA, UN DESPACHO
Pronto el escenario, recibe a su principal protagonista. Se trata de una mesa de 37m2 de superficie. El plano se expande por todos los rincones. Ocupa más del 60% del espacio libre. Nace en un extremo del ámbito de intervención, como lugar de almacenamiento. Concluye, delante la entrada, mostrando un pliegue, que anuncia una posible ampliación, como mesa expositora. La mesa, de hecho, se compone de dos trazos. El primero, de 10ml, es fijo. Se retranquea, dejando espacio, tanto al estar como al deambular. Integra la mecánica del despacho. Señala los espacios de trabajo. El segundo trazo, de 3ml, es móvil. Amplia las posibilidades programáticas de la actividad. Ambos tramos pueden unirse o separarse. El sistema se activa de la siguiente manera. Si se activa pequeño cilindro, escondido bajo el primer tramo, se despliega una pestaña, que permie el ensamble provisional del primer tramo con el segundo tramo. Pero si se desactiva el mismo mecanismo, el primer tramo se pliega, y el segundo, se separa de la parte más productiva de la actividad, generando un lugar de encuentro más íntimo. Es el momento, en el que dos puertas pivotantes aparecen en la escena desplegándose de la pared. La acción permite aíslar el segundo tramo construyendo un grado de privacidad puntualmente deseable.
La mesa se construye mediante seis tableros ultraligeros de alta resistencia de medidas 2850 x 2100mm. En realidad, planos horizontales de MDF de 4mm. separados 38mm por una cuadrícula de costillas verticales de 3mm. Se optimizan acudiendo al control numérico. Un tablero, por sí solo, construye la parte móvil de la mesa. Los otros cinco, ensamblados en seco, la parte fija. Para la unión de los tableros, se proyecta una galleta en DM que se sitúa en la parte central de cada plano. Un ligero desplazamiento horizontal ensambla los dos tableros. Cuando esto ocurre, una pata de forma trapezoidal, también en DM se introduce por la parte inferior, para permitir el apoyo de los dos planos en el sentido X. Acto seguido dos piezas clave en forma de C fijan por la parte superior la pata a los tableros. Finalmente, una cruceta del mismo material encaja transversalmente con la pata formando una T que absorbe los movimientos en Y. La cruceta se fija a la pata mediante dos piezas rectangulares de madera de pino. El cambio de material persigue dejar latente el proceso de montaje. Entre patas en forma de T, se disponen patas redondas de 60mm, reducidas a 50mm al llegar al suelo y al tablero; al suelo, para aligerar la superficie de contacto; al plano, para construir un último apoyo en seco. Cruz, punto, cruz, punto, es el ritmo que se repite a lo largo del tramo fijo. El tramo móvil, de un solo tablero, prescinde la cruz, destinada a la unión de tableros, precisando tan solo el punto.
La mesa, voluntariamente, se expande al resto del escenario en forma de armarios, puertas y estanterías. Estas últimas apoyadas tan solo sobre una barra corrugada de 16mm fijada a la pared mediante un taco químico, que sirve a su vez de perchero. Al contrario, el resto de mobiliario, intencionadamente, se viste de color blanco. Se persigue que no ocupen visualmente el espacio. Que desaparezcan en el escenario. Pues, en realidad, la mesa es el despacho.